'Agradezco que me hayan abierto las puertas de su país'

A la venezolana Mari del Carmen Caldera se le otorgó la condición de refugiada en Colombia
La historia de vida de la venezolana Mari Caldera

Mari del Carmen Caldera de Apóstol nunca imaginó que el centro de migrantes en Cúcuta donde acudió a buscar ayuda psicosocial sería la misma que dos años después le abriría las puertas para empezar una nueva vida. Las psicólogas con las que hizo empatía pasaron a ser sus compañeras de trabajo y los espacios de la organización que visitaba junto con sus hijas se convirtieron en los lugares perfectos para ejercer lo que más le apasiona: la docencia.     

Mari llegó a Colombia el 17 de noviembre de 2016 debido a la crisis económica y social que aún persiste en Venezuela. Apoyó al gobierno socialista, pero al no contar con un trabajo que le permitiera tener una estabilidad económica, decidió cambiar de ideología política para obtener un empleo como educadora. Esa “deslealtad” le originó fuertes inconvenientes. No tenía acceso a ningún trámite legal y el consejo comunal del sector donde residía no le vendía la bolsa de alimentos básicos.

“La venta de la comida se volvió muy engorrosa. No pude hacer mi trámite de pasaporte, lo tengo retenido en mi país, igual que mi título universitario. Yo me gradué en la universidad del gobierno (UBV) y ellos dicen que invirtieron mucho dinero en mí  porque hice dos cursos en Cuba como trabajadora social, y que ese gasto lo hicieron en mí para que yo fuera a trabajar y no hacer militancia en la oposición y por eso me perseguían para que yo no pudiera tener trabajo”.

Acceder al sistema de salud venezolano fue otra traba más. Mari sufre de hipertiroidismo y tomaba propiltiouracilo, un medicamento que le fue difícil conseguir.

 La familia disponía de un vehículo, casa propia y una carpintería, pero de nada les servía porque todos los inconvenientes la forzaron a salir del estado Yaracuy, donde vivía.  

 

experiencia de Mari Caldera

 

 “Solicité la condición de refugio en diciembre de 2016. Me acerqué las oficinas de Acnur, donde me prestaron la mayor atención y disponibilidad para hacer mi proceso. Me dieron un salvoconducto de cinco días, fue el primer salvoconducto que tuve. Me pidieron unas constancias de por qué pedía la solicitud de refugio, llevé todas las pruebas y luego me dieron un salvoconducto de tres meses y así lo fui renovando”, relató Mari.

La solicitud de refugio duró dos años y medio. Ya posee su condición de refugiada desde finales de septiembre de 2019 y se extendió para ella y sus hijas por tres años. Finalmente obtuvo su pasaporte colombiano porque no tenía el de su país. Por los momentos tiene cédula de extranjería y solo espera que se la otorguen después de la pandemia para tramitar la visa de residente y así optar a la nacionalidad porque su hija menor es colombiana.

Muchas veces pensó retornar a Venezuela porque el cambio cultural, estar sola, sin tener una red de apoyo hicieron su estadía muy compleja. Sin embargo, el proceso fluyó positivamente para que desistiera regresar a su país. Después de obtener el salvoconducto, sus hijas comenzaron a asistir al colegio. La mayor cursa el último grado de bachillerato y  su segunda hija cursa tercer grado.  

La oportunidad de trabajo formal para Mari ocurrió el 1 de abril de 2019 con Corprodinco,  una corporación de profesionales al servicio de la comunidad.  Comenzó como enlace social de mujer y niñez a través de un programa  llamado  fortalecimiento comunitario el cual  buscaba mejorar a las comunidades de acogida por Acnur.  Su labor fue implementar una cartilla de viajeros, con la que abordaba los procesos y el duelo migratorio que atravesaban las niñas y niños venezolanos. Este año espera poder desarrollar otro programa dirigido a los pequeños llamado espacio protector, con el que hacen estimulación temprana y ofrecen mensajes para prevenir abusos sexuales infantiles.

Lo que caracteriza a Mari es su organización para cumplir sus sueños. Entre sus planes a corto plazo está terminar sus estudios de diplomado de estimulación temprana, luego acceder a artículos para equipar su casa y mantiene la fe de tener una casa propia en Cúcuta. Comenta que lo más preciado de esta nueva vida es que cada uno los miembros de su familia tienen definidas sus metas, entre ellas su hija mayor, quien está a punto de terminar su bachillerato y desea estudiar medicina.

Manifiesta que agradecerá eternamente a Dios por haberla traído a este país y a todas las autoridades civiles y organizaciones de apoyo al refugiado que le abrieron las puertas para seguir adelante y retribuir con su trabajo a quienes más lo necesiten. 

 

experiencia de Mari Caldera