En las calles de Cúcuta, entre el tumulto de los vendedores ambulantes, los transeúntes han aprendido a reconocer a una mujer de paso firme y sonrisa esperanzadora que, a pesar de las adversidades, lleva consigo un mensaje poderoso de resiliencia.
Deysy Estefany Pérez García, venezolana de 33 años, llegó a esta ciudad fronteriza hace siete años con sus dos pequeños hijos, Joseph y Ashley, huyendo de una realidad que parecía no darle tregua en Venezuela.
Ella nació con aniridia, una enfermedad genética que se manifiesta en la ausencia parcial o total del iris, y que afecta severamente la visión. Tristemente, sus hijos heredaron la misma condición, un desafío que no solo complica su cotidianidad, sino que también pone a prueba su fortaleza como madre y como ser humano.
Radicada en el estado Aragua, en Venezuela, Deysy dejó atrás su tierra natal enfrentada a una triple crisis: la económica, la política y la personal. Sin apoyo familiar ni recursos, tomó la decisión de migrar con una muda de ropa y la esperanza de un futuro mejor para sus hijos. Pero llegar a Colombia no fue fácil.
“Cuando llegué al puente para pasar de Venezuela a Colombia, me pidieron un carné que no tenía. Reuní lo poco que tenía para pagar uno, pero resultó ser falso. Me rompieron el documento y me negaron el paso. Me senté a llorar sin saber qué hacer”, relató Deysy con la voz entrecortada al recordar aquel momento.
Fue entonces cuando un joven desconocido intercedió por ella ante Migración y le permitió cruzar la frontera. Pero lo que la esperaba al otro lado tampoco era sencillo.
Los primeros 20 días en Cúcuta fueron un verdadero calvario. Sin un techo donde dormir, Deysy y sus hijos enfrentaron las inclemencias de la calle, el hambre y el temor constante de perderlos a manos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).
“Dormíamos en la calle. Los policías nos levantaban a patadas, mi hija apenas comía un pan de 300 pesos al día. Pero siempre aparecía alguien que nos tendía la mano. Por eso siempre digo que Dios me puso colombianos en el camino”, contó con gratitud.
Con esfuerzo, Deysy logró empezar a vender dulces en las calles, actividad que todavía realiza para sostenerse y pagar el alquiler de una habitación donde vive con sus hijos. Sin embargo, su historia dio un giro inesperado gracias al deporte.
Hace menos de un año, el entrenador José Castañeda vio en Deysy algo más que una vendedora ambulante. Percibió en ella un espíritu de luchadora y un potencial deportivo innato.
“Él me dijo: ‘Tienes porte de deportista’, y me animó a practicar ciclismo adaptado. Desde niña he amado el deporte; en Venezuela hice atletismo, defensa personal y fútbol para ciegos. El deporte es mi pasión”, recordó.
Gracias a la Fundación Cúcuta Soy Yo, Pérez García consiguió una bicicleta adaptada y apoyo para entrenar. Su dedicación dio frutos en octubre del año pasado, cuando, acompañada de su guía, María Sagrario Páez, se convirtió en la primera deportista en ganar una medalla para Norte de Santander en el Campeonato Nacional de Paracycling.
En la categoría B (visual), Deysy obtuvo la medalla de plata en la contrarreloj individual, marcando un tiempo de 0:52 en un circuito de 2.7 kilómetros.
“El momento en que me colgaron la medalla fue indescriptible. Fue una prueba de que, pese a las adversidades, puedo salir adelante. Quiero seguir preparándome porque el deporte me da propósito”, afirmó mientras describía las noches en las que entrena durante dos horas sin descanso, motivada por los campeonatos que se avecinan en febrero.
La historia de Deysy es un testimonio de la lucha constante, no solo contra las barreras físicas, sino contra las sociales y emocionales. Su vida es un ejemplo de cómo, incluso en medio de las peores tempestades, hay espacio para la esperanza, la superación y la gratitud.
Hoy, Deysy no solo es madre, vendedora ambulante y atleta; es un símbolo de resiliencia para quienes la rodean.
“Estoy inmensamente agradecida con los colombianos que me han apoyado. Me abrieron las puertas cuando lo había perdido todo. Ahora, quiero devolverles ese apoyo dejando en alto el nombre de esta tierra y demostrando que las limitaciones no son el final, sino el comienzo de una nueva historia”, concluyó con firmeza.