Cada migrante vive el proceso migratorio de diferentes maneras. En el caso de los niños, esa separación forzada de su familia, de los amigos y de la escuela, puede ocasionar que no se sientan a gusto en ningún lugar que no sea aquel donde vivía en Venezuela.
En términos médicos, cuando ocurre una separación de los seres queridos, los niños pueden sufrir liberación elevada de hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina.
No obstante, en algunos niños no termina en arrebatos ni berrinches, sino que permanece en silencio, casi invisible.
En Norte de Santander residen más de 180 mil venezolanos, según el último informe publicado por Migración Colombia, en agosto. Aunque no hay datos precisos sobre el número de niños, se estima que representan el 27% de dicha población: unos 36 mil menores.
Signos de alerta
La sicóloga Massiel López explicó que después de vivir el proceso migratorio, niños entre 7 y 14 años, pueden experimentar sensación continua de aburrimiento, poca concentración, insomnio y desarrollar “ideas de culpabilidad, de muerte”.
Ten en cuenta que si identificas estos comportamientos en tu hijo y persisten por más de 2 semanas, busca ayuda:
- Encuentra actividades que le puedan generar un buen sentido del humor y que le permita relacionarse con otros niños de su edad.
- Promueve las buenas relaciones familiares. Por ejemplo, que los miembros adultos de la casa lo feliciten por haber cumplido con sus tareas o haber colaborado en casa.
- Evita romperle una promesa al niño. Siempre habla de este nueva etapa de forma positiva, como si se tratara de un viaje largo, pero emocionante.
- Disminuye el tiempo de ocio y el abuso del internet. Si está en tus posibilidades, llévalo a un parque, que tome aire fresco
- Aprovecha las actividades recreativas y culturales gratuitas de la ciudad. Por ejemplo, en la Biblioteca Pública y en el centro comercial Ventura Plaza tienen actividades para los niños los fines de semana.
El dato
En una investigación presentada en la IV Jornada de salud mental y migración, en España, se estableció que un menor inmigrante tiene “5 veces más posibilidades de sufrir una enfermedad mental que el que no haya tenido que abandonar su país, debido al cambio brusco de cultura, costumbres y a las condiciones vividas en el viaje”