Así viven el día a día migrantes, viajeros y colombianos en “La Parada”

La mayoría de los vendedores son venezolanos y ven en la localidad una oportunidad para sobrevivir
La mayoría de los vendedores son venezolanos y ven en la localidad una oportunidad para sobrevivir

Desde las 5:00 de la mañana, el puente Simón Bolívar abre paso a más de 50 mil venezolanos que circulan a diario por el corregimiento La Parada del municipio Villa del Rosario, convirtiéndose en el punto más vivo de la frontera colombo-venezolana.

Al cruzar el puente, viajeros, migrantes y colombianos se encuentran con la tan mencionada Parada, corregimiento en el que el espacio público a dado paso a un mercado a cielo abierto en el que abundan los negocios informales.

Si se agudiza la mirada, en unos cuantos minutos es posible contar a más de 150 vendedores por un par de calles transitadas. 

En la Parada se comercia de todo: frutas, verduras, dulces, panes, medicinas, se compran y venden celulares, agua, gaseosas, ropa, zapatos, cortan cabellos y hasta hacen tatuajes; sin ningún tipo de permisología ni control policial o sanitario.

Por otro lado, algunos hombres y mujeres emplean la propia fuerza de sus cuerpos para ofrecerse como transportistas. Otros, en alianza con una carreta. Son los llamados caleteros o carrucheros, quienes cargan a cuestas bultos, maletas o transportando personas discapacitadas en sillas de ruedas, de un lado para otro.

vendedores

“A mil, a mil”

El timbre de voz de los vendedores se pone a prueba para sobresalir entre los cornetazos de los transportistas y la música de los locales comerciales. Muchos apuestan por la gastronomía para atraer clientes. Ofrecen desde café, galleta, pan, hasta pasteles, empanadas, perros calientes, hamburguesas, tequeños y buñuelos.

Tal es el caso de Pedro Rincón, quien llegó a Villa del Rosario hace un año y desde entonces se ha dedicado a vender empanadas con relleno venezolano, “yo las hago de pabellón, carne mechada, pollo y jamón con queso a tan sólo mil pesitos”.

Al lado de su puesto, está Carmen Peñizales, que vende combos de tequeños (dedos de queso fritos) con jugo, por mil pesos. Ella defiende su estrategia comercial: "La idea es ganarle a la competencia. Somos muchos vendiendo en la calle así que me reinventé con los combos". 

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Muy cerca del puesto policial de La Parada está Martín Alvarado, otro venezolano quien vende perros calientes a 1000 pesos. Tras perder su trabajo de 14 años como ayudante de albañilería, decidió establecerse en la frontera para "conseguir que hacer”.

Esta improvisada dinámica comercial se ha incrementado conforme aumenta el número de migrantes pendulares que llegan de Venezuela para abastecerse de alimentos, medicinas, artículos de aseo personal y demás productos. 

medicina

Medicinas de desconocida procedencia

Medicamentos como acetaminofén, atamel, ácido fólico, losartán potásico, alcohol, jarabe para tos, amoxicilina, ibuprofeno y pastillas anticonceptivas son los productos que desfilan en manos de los vendedores por las cercanías del puente Simón Bolívar, sin ningún registro sanitario y de desconocida procedencia.

En el último informe de la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven) el desabastecimiento de medicinas en Venezuela supera el 85%. Lo poco que se consigue se cotiza a precios exorbitantes, que escapan de cualquier presupuesto familiar. 

Por eso, para algunos compradores del vecino país, resulta más asequible adquirirlos en las calles de La Parada, donde ofrecen cada sobre (blíster) de medicamentos hasta por 40% menos del valor establecido en las farmacias de Villa del Rosario y de Cúcuta

El exministro de salud Alejandro Gaviria ya ha advertido sobre esta situación: “Actualmente, existen mafias que se dedican a falsificar medicamentos con el fin de aprovecharse de la necesidad de personas que vienen en busca de conseguir un alivio para su salud”. Su llamado es al no adquirir medicamentos en la calle.

caos

Caos día y noche

Para los habitantes de La Parada “son tantos los vendedores a diario que esto es un desastre, un caos, tanto de día como de noche”, no sólo se debe a la invasión del espacio público por parte de los vendedores sino también por el tema de movilidad que inquieta a los vecinos.

Si ya no podemos manejar mucho menos caminar por donde se instalan los vendedores, porque es que casi todos se agarran hasta la mitad de la calle”, se queja Juan Guillén

A las 7:00 p.m. se cierra el paso por el puente. A lo lejos suena el silbato de los guardias y policías, como un aviso para que los viajeros aceleren el paso y retornen a San Antonio. Y mientras que unos retornan, algunos vendedores van recogiendo sus cosas para trasladarse a algún refugio cercano a pasar la noche.

Otros esperan que las aguas del río Táchira amanse para concurrir a los caminos de las trochas.