Angélica Hernández, con su bebé de meses en brazos, se detuvo a descansar unos minutos a un costado de la carretera que conduce a La Garita, en Los Patios. A su pequeño lo resguarda del sol una sudadera azul gruesa, la misma que lo cubrirá del frío en pleno páramo de Berlín.
Salió caminando desde Venezuela, en el estado Lara, el pasado jueves 24 de septiembre, junto a ocho familiares y dos menores de edad. Su destino: Perú, donde la espera su esposo, que ya tiene 1 año residenciado en ese país.
Ha recorrido más de 498 kilómetros desde Barquisimeto, en el vecino país, hasta la capital nortesantandereana. “Nos tocó pasar por trochas y pagar por cada uno 15.000 pesos. Me atreví a arriesgarme, porque ya no aguantaba un día más en Venezuela, porque la situación cada día que pasa es peor y peor. Allá toca sobrevivir”, cuenta.
Está cansada, confiesa. Aún le falta más de 3.434 kilómetros para que sus pies pisen el suelo peruano. “No sé qué me espera, porque es primera vez que hago este recorrido, pero él (señala con la cabeza a su niño) es quién me da fuerzas”.
Angélica, de apenas 19 años, dice que la pandemia le da miedo, pero que le da más pánico haberse quedado en Barquisimeto sin hacer nada por su hijo.
La historia de esta joven larense se repite a lo largo del corredor vial Cúcuta-Bucaramanga, donde la emergencia sanitaria generada por la pandemia ha agravado la situación de los caminantes venezolanos.
Según los informes de la Red Humanitaria en Colombia, desde finales de marzo hasta mediados de junio la mayoría de los migrantes buscaban retornar a Venezuela; sin embargo, “para el mes de julio este porcentaje se ha invertido completamente y vuelven a ser mayoría quienes vienen de la frontera hacia el interior del territorio nacional”.
Las estimaciones es que diariamente unas 350 personas como Angélica están caminando por esta ruta.
José Luis Muñoz, vocero de Red Humanitaria en Colombia, se mostró preocupado por la situación de los migrantes venezolanos que están transitando por esta vía. Detalla que el 20% de estas personas son menores de edad que quedan desvalidos en el trayecto.
“Si seguimos a este nivel de migración estamos hablando de 10.000 a 12.000 personas al mes, eso es un problema gravísimo. Además, que entre el 20 a 30% son familias mixtas, donde alguno de los miembros es colombiano y tienen vínculos acá en el país”, detalló.
Caracteriza el informe de la red ‘SOS en la ruta de caminante, durante la pandemia de COVID-19 en Colombia’, que las personas que están caminando en la ruta son personas que pasaron a Venezuela y encontraron una situación peor a la que dejaron antes de migrar, son personas que nunca lograron pasar en la espera de la habilitación del paso del corredor humanitario y no fueron capaces de permanecer más días en espera, sin techo ni alimento.
Además, son personas que vienen por primera vez, personas que tuvieron un control migratorio y por su condición migratoria irregular fueron ‘invitadas’ a firmar su deportación voluntaria, pero tienen vocación de permanencia”, dice el informe.
Sin albergues
Antes de la pandemia en el recorrido había 19 puntos de apoyo activos de la red, integrada por organizaciones de la sociedad civil que ofrecían albergue, alimentos, hidratación, información y orientación. Sin embargo, hoy, de los 13 albergues ninguno funciona, “todos cerraron por decreto por aglomeraciones, pero igualmente los caminantes andan juntos, comen juntos y no hay indolencia con los niños”, enfatiza.
“Debido a la crisis económica generada por la Pandemia, algunos donantes tuvieron que reducir costos y dejaron de hacer los aportes económicos a los puntos de apoyo, por lo que está suspendida la atención en algunos puntos. Los servicios de atención humanitaria disponible entre todos los actores presentes en carreta han disminuido a la mitad desde la llegada del COVID-19”, indica el informe.
Muñoz detalla que no hay ayuda oficial arriba en la ruta y la respuesta humanitaria llega apenas al 10%, mientras que los grupos se están reorganizando para ayudar.
Kenny Rojas, voluntario venezolano de la organización On The Ground International, atiende en pleno páramo de Berlín a los caminantes.
“La reapertura de los servicios a lo largo de la ruta es necesaria porque aquí nosotros solo podemos darle diariamente sándwich y huevos. Mientras que antes se les daba alojamiento, se les preparaba comida durante el día, y había organizaciones que ayudaban con útiles de aseo”, dice.
Son unas 40 raciones que entrega esta organización diariamente, pero los apoyos que ellos reciben para entregar estos alimentos son entregados cada 15 días y a veces dura solo 10.
“Volver a abrir la ruta de atención es importante, porque el camino por el páramo es muy largo y con temperaturas bajo cero. Hay personas que pasan la noche a la intemperie, se mojan, sin sábanas, bajo este frío, con hambre y en la carretera”, detalla preocupado por sus paisanos.
Rojas explica que la recomendación que ellos dan a los caminantes es que traten de continuar su recorrido temprano para no tener que pasar la noche en el páramo.
El vocero de la Red Humanitaria explica que la situación actual es la misma que antes de pandemia, “pero con el agravante de que hay muy poca comida, es decir, que los puntos que apoyaban en el camino, en su mayoría con sociedad civil, dan poca ayuda porque no tienen alimentos; dan lo que pueden”.
Entre las organizaciones de la sociedad civil y oenegés que siguen brindando asistencia son: Fundación Nueva Ilusión, en Los Patios; Organización Fundar, en Bochalema; punto de ayuda Hermanos Caminantes, en Bochalema, Hogar de paso Marta Duque, en Pamplona; Hogar de Paso Vanesa, en Pamplona; Instituto de la Caridad Universal, en Pamplona; Pastoral Social en Pamplona; Comedor de Mery, en el alto de Mutiscua; On The Ground International, en la Laguna de Mutiscua; Samaritans Purse, en el cruce de Chinácota; Fundación Entre Dos Tierras, en Bucaramanga y punto de apoyo Shalom llegando a Bucaramanga.
Respuesta
El secretario de Fronteras de Norte de Santander, Víctor Bautista, dijo que la necesidad de reactivar la ruta de los caminantes no es competencia del gobierno regional; sin embargo, consideró que “lo primero que se requiere es un modelo que antes de permitir recorrer el país esté en condiciones de identificar y controlar a las personas que ingresan al territorio nacional, y en ese momento sí activar una ruta humanitaria”.
El funcionario precisó que habría que saber un mínimo de quiénes son y qué tipo de ayuda pueden requerir.
“En ese momento se requería un apoyo articulado entre institucionalidad y Gifmm (Grupo Interagencial para Flujos Migratorios Mixtos) para dar respuesta a las necesidades humanitarias que presenta el del flujo migratorio en vía al interior de Colombia”.
Bautista resalta que es muy importante para la política migratoria del país hablar de estas cifras o cuotas de migrantes y los mecanismos de regulación.
El alcalde de Pamplona, Humberto Pisciotti, declaró la semana pasada que el fenómeno se agudizará más si en noviembre se abre la frontera.
“Yo reclamo que exista una verdadera política pública por parte del Estado y de las organizaciones internacionales para que se atiendan los conflictos generados por la migración”, afirmó.