Pamplona y los venezolanos (III): Política y pandemia, al acecho de los migrantes

En esta última entrega consultamos con autoridades políticas del municipio para comprender el manejo presente y futuro de las asistencia a los caminantes, el apoyo a los retornados y el acompañamiento de los migrantes con vocación de permanencia.
Tercera entrega
Escrito Por:
Paola Rodríguez Gáfaro

 

Blanca fue una prominente abogada en Venezuela, mientras pudo ejercer. Tuvo que salir hacia Estados Unidos, huyendo de la crisis humanitaria que aqueja desde hace años a la otrora nación petrolera. Pero en su mente, nunca ha dejado de persistir como el más hermoso recuerdo, su experiencia en Pamplona mientras estudiaba en el colegio de las Bethlemitas. Sus papás la trajeron desde Venezuela hasta allí con la ilusión de que se formara con la mejor calidad, y así fue. 

Suspira evocando su uniforme de gala impecable, la fervorosidad de las procesiones y la estridencia de las bandas marciales que acompañaban los desfiles escolares. Estas son solo algunas de las vivencias que persisten en las memorias compartidas entre muchos pamploneses y venezolanos.  

Tercera parte

Durante los años sesenta y setenta, la constante presencia de niños y jóvenes del hermano país dentro de los colegios de Pamplona solía ser muy común, los dejaban internados en las instituciones educativas. Esta es la razón que le permite a la escritora Leonor Peña referirse a este pedazo de tierra nortesantandereana como “la ciudad más venezolana de Colombia”.

Sin embargo, el paso insoslayable por este pueblo de muchos de los más de cinco millones de venezolanos que se han visto forzados a huir de su país por la emergencia humanitaria compleja que atraviesan, ha generado efectos de distintos talantes en la sociedad pamplonesa. 

 

Los alcances del discurso político

Desde la Universidad del Rosario, el investigador Hugo Ramírez ha tenido la oportunidad de estudiar la construcción social del imaginario colombiano sobre los migrantes venezolanos que están llegando. Los contextos fronterizos han sido profundamente abordados en su haber, por eso considera que, “el tema de Pamplona no es nada nuevo”.  

Cuando se le consulta sobre la posible influencia del discurso político en esta ciudad, arguye la resistencia del gobierno municipal a la hora de “entender que este es un punto estratégico del flujo migratorio”. 

En este sentido, el alcalde de Pamplona, Humberto Pisciotti, dice: “Sabemos lo que sufre un migrante, sobre todo aquí en Pamplona, cuando está en condición de calle, muy difícil por el frío. Entendemos que es una población migrante en condición de vulnerabilidad, porque quien está llegando a Pamplona últimamente, son personas en extrema pobreza, casi que en total abandono”.

 

Un desafortunado edicto  

Sin embargo, el investigador Ramírez considera que acciones como el decreto 032, instrumento que en el marco de la declaratoria de calamidad por la COVID-19 prohibía el ingreso de migrantes en condición de irregularidad al territorio, aglomera “hechos muy graves que hacen parte de un sentimiento general que busca negar que Pamplona es un corredor estratégico de la migración”.

Al interpelar al alcalde de Pamplona, Humberto Pisciotti, sobre la necesidad de no repetición de hechos como el relacionado con la emisión de este decreto, su primera reacción es pedir la fecha del edicto: 17 de marzo de 2020.

“La pandemia se decreta a partir del 11, nosotros entramos en pánico, ya teníamos a una sociedad enfrentada. Cuando se presenta una situación de éstas: ¿Qué tengo que hacer yo? Tratar de defender, garantizar a mis conciudadanos la salud, la vida, en fin”, explica el burgomaestre. 

Prosigue: “La sociedad se me vino encima. ¿Usted no sabe que pueden traer el virus? En fin. Y el contagio va a ser mayor”. Pisciotti dice haber enfrentado un miedo colectivo que se generó a su alrededor por los riesgos de contagio del coronavirus. 

No obstante, la realidad de las cifras de venezolanos contagiados por covid-19 en Pamplona no ha respondido a la paranoia aludida por el alcalde y su entorno en aquel momento. 

De acuerdo con datos emitidos por el IDS (Instituto Departamental de Salud), desde que inició la pandemia hasta mediados de febrero de este año, el municipio de Pamplona ha registrado 2.356 casos confirmados, de los cuales solo 76 corresponden a migrantes venezolanos. 

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“Hasta ahora empezaba a entender los convenios y los tratados internacionales, y por eso tal vez fue que sucedió el hecho de que fui denominado como el alcalde xenófobo, de lo que no tengo absolutamente nada. Y eso sucedió, créame que ese decreto surge, a raíz de que tenía que cuidar y garantizar la salud de los míos”, sostiene el político.  

“Sé obviamente que eso me avergüenza, eso me trasnocha, pero en ese momento surgió como una medida para blindarnos, para protegernos y hacer ver a las autoridades de la frontera que brindaran mayor atención en ese sentido, porque nosotros no teníamos recursos”, reflexiona Pisciotti. 

De acuerdo con el padre Juan Carlos Rodríguez, el director de Consornoc (Corporación Nueva Sociedad de la región nororiental de Colombia), la administración local, en un principio, manejó un discurso poco cónsono con la integración. En estas aguas caldeadas, muchos contradictores políticos intentaron complicar el debate. “Pero, ya ha ido cambiando, creo que se han dado cuenta de que ellos no pueden con un discurso acabar el fenómeno”, incluso están trabajando la Alcaldía, Cancillería y otras instituciones, aclara el religioso.  

 

El cierre de los lugares de paso

Frente al tema de la suspensión de actividades en los lugares de paso liderados por iniciativas ciudadanas, como las de Marta, Douglas y Vanesa, Pisciotti está consciente del padecimiento de los migrantes: “Algunos pernoctaban en la ciudad de Pamplona, algunos otros se quedaban en las calles, en los puentes. Otros llegaron a sitios donde podían pasar la noche pagando algo así como 2 o 3 mil pesos mientras amanecía y seguían su rumbo”. También dice que muchos se quedaron en la ciudad y ya están haciendo su vida allí. 

Sin embargo, el alcalde de Pamplona no ve posible la reapertura de estos espacios de atención al caminante, porque de acuerdo con su perspectiva, resulta más factible “la construcción de un punto de control migratorio que se constituya también en un punto de control sanitario. El sueño mío es tener un sitio bien construido, un albergue, en condiciones humanas”. 

La cooperación internacional reconoce abiertamente que cada uno de los líderes de estos lugares, que funcionan bajo un esquema de sociedad civil -remarca-, guarda una experiencia de alto valor, “que no la tenemos nosotros en el manejo comunitario, en el aguante, en saber entregar comida, en saber hablar”. 

Aceptan que estos voluntarios “la han luchado, han montado la ruta a pesar de los descréditos. Sabemos que son protagonistas y siempre les damos el crédito”.

En este sentido, la apuesta de la cooperación internacional se enfocaría en procurar su permanencia. “La respuesta que ellos dan es valiosísima, porque es el componente comunitario, es el corazón de la estrategia”, sostienen.

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Los peligrosos efectos de las palabras

La investigadora Stephanie López, de la Universidad Nacional de Colombia, remarca la clara influencia del discurso político en relación con la xenofobia. “Creo que desde el nivel nacional hacia el local hay bastantes contradicciones y es evidente que genera unos picos de xenofobia en redes sociales que son preocupantes”. Su llamado es a que sean “más cuidadosos”, precisamente a las puertas de las próximas campañas electorales.

De hecho, el académico Ramírez en su artículo: (Des)orden nacional: la construcción de la migración venezolana como una amenaza de salud y seguridad pública en Colombia, publicado en 2019, sentencia que: “La contradicción ofrece un potencial casi explosivo para el surgimiento de xenofobia y discriminación, pues los migrantes quedan atrapados entre ser los ʻhermanosʼ merecedores de generosidad y ser los ʻpeores delincuentes”

Por su parte, los factores constituyentes de la xenofobia en Pamplona que resume la cooperación internacional coinciden con los esbozados por los demás actores consultados. 

La primera clave estaría en las formas iniciales de abordaje de la sociedad civil a los migrantes. El segundo quid sería “un mal manejo político” que habría incentivado enfrentamientos que provocaron bloqueos de acción, o mejor dicho, inacción. El tercer detalle dibujaría una colectividad, severamente influenciada por los otros dos: “una sociedad cansada, desinformada, políticamente manoseada y que no tiene diálogos constructivos”, todo ello exacerbado por un mal manejo de la información por parte de medios de comunicación.

De allí la importancia de la rectificación de los líderes políticos y de opinión frente a los temas que pudieran haber involucrado manejos más idóneos, cuyo impacto debe ser siempre medido y cuidado.  

En este orden, la organización Acaps (Assessment Capacities Project, en español: Proyectos de Capacidades de Evaluación) publicó el pasado mes de enero un reporte temático en inglés, cuyo título traduce Los caminantes: necesidades y vulnerabilidades de refugiados y venezolanos viajando a pie. Allí dice expresamente: “La pandemia ha aumentado la xenofobia en Colombia”. 

El informe explica que las formas de rechazo varían desde “protestas, violencia física y psicológica, discursos de odio y discriminación”, todo por la falsa creencia suscitada en las comunidades de acogida, incuidas sus figuras públicas, de que los caminantes son portadores del virus

Por ello, resulta indispensable acudir, cada vez que sea necesario, a la invitación de la investigadora López cuando se refiere a la necesidad de “deshacer los mitos” en torno a la migración venezolana en Colombia.

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Reenfoques

Menos de tres años le quedan al alcalde Pisciotti en Pamplona, cuando se le interroga sobre los criterios que predominarán en su abordaje del tema migratorio venezolano expone que “el asunto es de derechos, pero también, obviamente, de deberes”. 

Está al tanto de que, después de Siria, la migración proveniente de Venezuela es el fenómeno más grande de esta naturaleza en el mundo. “Y nos correspondió a nosotros, yo no hablo de invasivo porque eso sería ofender. Aquí hay un éxodo masivo obligado por un régimen, ¿y qué tenemos que hacer los hermanos? Unirnos e integrarnos”.

Ya Pisciotti parece estar claro: “Nosotros aquí somos un corredor obligatorio. Y para mí es duro, pensar en tres años, va a ser difícil”. Recuerda que, “el año en que yo me estreno como alcalde, el antepasado, fue el año en que más migrantes pasaron por Pamplona”. 

En este sentido, solicita mayor apoyo y presencia tanto del gobierno central como de la cooperación internacional en este tema. También a los medios de comunicación “para que la gente entienda esta situación que hoy están viviendo los hermanos venezolanos, pero que en cualquier circunstancia o momento, uno no sabe, las cosas pueden cambiar, los tiempos cambian”. 

Un ejercicio de empatía

Pisciotti es costeño. Tiene 47 años en Pamplona, y también se reconoce como migrante, pues llegó a la ciudad para cursar sus estudios universitarios y se quedó a vivir allí. El alcalde admite y recuerda que sus ancestros también fueron migrantes. “Recuerdo a mis abuelos cuando llegaron de Italia sin saber qué iban a hacer, dónde iban a estar, por eso pienso también en mis hermanos venezolanos que están en las mismas circunstancias”.