De cada mirada emerge una anécdota que vale la pena escuchar. En cada costal de comida, maleta o en cada bolsa de medicinas, yacen vivencias y experiencias que se van hilando a causa de eventos que envuelven a la mayoría de los venezolanos: escasez, inflación, pérdida del poder adquisitivo y fallas en los servicios públicos.
Estas son las historias de migrantes que llegan y salen desde el terminal de transporte municipal de San Antonio del Táchira, el más concurrido ya que presenta el mayor número de viajeros y siendo el primer terminal habilitado, justo a 8 minutos antes de cruzar la frontera por el Puente Internacional Simón Bolívar.
“Mi país siempre lo voy amar”
Reinaldo Soneti, de 26 años y estilista de profesión, llegó al terminal de San Antonio a las 6:00 a.m. para comprar su pasaje, rumbo a la ciudad costera de Punto Fijo. “Tengo dos años viviendo en Colombia, la mayoría de ese tiempo lo he vivido en Bogotá. Vengo a ver a mi familia, mi madre, mi abuela y a mi mejor amigo”.
Su estadía en Bogotá ha sido amena y aunque vive solo en una pequeña residencia, ha encontrado quién lo impulse a seguir su día a día, “en mi trabajo me siento muy feliz, cada persona que llega a cortarse el cabello le cuento mi historia el porque estoy en otro país y solo.”.
Al cruzar el puente, sintió que se tropezó con aquella realidad de la que huyó cuando migró, y al llegar, la comprobó cuando fue a cargar el celular. “En ese instante se fue la luz”, describió con un gesto de tristeza. “Mi país es mi país y siempre lo voy a amar, aunque me invade la nostalgia porque las cosas siguen igual, nada ha mejorado desde que emigre, mi país esta como el cangrejo cada día para atrás”. También contó que luego de que pase sus vacaciones en su hogar, tiene previsto migrar de nuevo, pero hacia Brasil.
Un regreso lleno de esperanzas
Por su parte, Yuly Castillo, de 45 años, quien esperaba a que el reloj marcara las 4:00 p.m. para salir a Carora, estado Lara, lamentó que en el terminal muchos productos se vendan en pesos, y más caros que en Colombia. “Es frustrante porque, aunque también reciben bolívares, el valor es muy elevado”.
Castillo estuvo tres meses en Santa Marta, donde laboró como mesera en un restaurante, y cuatro en Bogotá, donde emplantillaba zapatos. Con lágrimas en sus ojos comentó, “fue fuerte, ya que el costo de vida es muy elevado. Me devuelvo a mi tierra definitivamente. Me hacen mucha falta mis hijos, toda mi familia”.
Sentada en una esquina de la sala del terminal, contó que en Venezuela se dedicaba a dar tareas dirigidas en su casa, esa actividad la realizó durante casí 20 años hasta que por falta de conseguir efectivo y por no servir los puntos de las tarjetas de débito le toco emigrar.
“Viaje por falta de medicamentos”
Jaquilene Aguilar, de 49 años, se vio obligada a viajar a San Antonio del Táchira, para llevar a su suegra a Bucaramanga, Colombia, ante la escasez de medicamentos y atención para personas con Parkinson. “Ahora me regreso a mi tierra y aprovecho de llevar algo de comida”, dijo.
Del terminal, Aguilar indicó que debería tener un lugar más seguro donde guardar las maletas, “pues el tiempo que uno espera para que salga el autobús es largo. Entonces, uno se ve en la necesidad de andar para arriba y para abajo con ella”.
Otra de las historias es de María González y su esposo quienes llevaban horas sin poder comprar su pasaje. La mayoría de empresas exigen un monto en efectivo, que no poseían. “El dinero está en las tarjetas, pero pese a que hablamos con algunas autoridades, no pudieron hacer nada. Al parecer, mandan más los vendedores”, lamentó.
Ambos manifestaron sentirse desesperados ya que necesitaban viajar con urgencia a Caracas. “Estamos insistiendo a ver si me permiten pagar con débito. No queremos pasar la noche en el terminal”.