Todo comenzó a muy temprana edad, cuando desde su entorno, Betsy Acacio, una mujer carismática y alegre al hablar, comenzó a notar las falencias que tenían las personas que la rodeaban, en ese entonces, ubicadas en Venezuela, donde nació y desarrolló su amor por el trabajo comunitario.
Al principio, al observar la desinformación que había sobre distintos temas que afectaban a las personas en el pleno gozo de sus derechos, inició una labor de aprendizaje y gestión para que las personas supieran lo que merecían y lo que no con respecto a su calidad de vida.
Con los años, la unión se convirtió en una de las herramientas que ella llama “fundamentales para lograr un cambio” y desde entonces no ha dejado de movilizar sus esfuerzos para que más personas se unan a las causas y ayuden a garantizar el acceso a los derechos de las personas que se encuentran en condición de vulnerabilidad.
“En mi país era líder y la experiencia me ayudó a apoyar a muchas personas que me necesitaban, porque si no nos coordinamos, no nos unimos y hacemos el trabajo, habría muchas personas aun con desconocimiento”, explicó Betsy sobre las razones que la llevaron a escoger este camino tan desinteresado y servicial, para su vida.
Actualmente, vive en la ciudad de Cúcuta junto con sus dos hijas, de las cuales se siente sumamente orgullosa, ya que iniciaron su proceso de movilidad humana antes que ella, llegando a Colombia, en donde posteriormente la recibieron con los brazos abiertos, llegando juntas a culminar sus estudios como bachilleres y planteando un nuevo proyecto de vida.
Para ella es una emoción muy grande lograr fortalecer sus lazos familiares, en especial, luego de estar separada de sus hijas por tanto tiempo y al llegar notar los cambios que la migración tuvo sobre ellas, en las cuales ve reflejadas las virtudes de una mujer resiliente y llena de talentos que contribuyen el desarrollo de la región.
Su enfoque va dirigido especialmente a mujeres, migrantes y personas afrodescendientes, en especial si tienen estas tres características juntas, puesto que si de por sí una persona vive violencias de manera diferencial a raíz de cada una de estas de forma individual, de manera colectiva tienden a incrementarse de manera discriminatoria.
“Cuando llegué, conocí a una líder que le dije que yo quería pertenecer allí, porque me gustaba y conocía el trabajo, ella me dijo demuéstramelo y realmente se lo he demostrado con cuatro años que llevo acá, donde gracias al entusiasmo y la oportunidad que ella me dio, he estado acá, capacitándome con muchas organizaciones que me llevaron a tener mi propia organización de mujeres”, señaló sobre la forma en que consolidó Mujeres Activas Positivas, una ONG que ayuda a las mujeres en diversas condiciones y demás personas que busquen una mano amiga, sin discriminación alguna.
Con su técnico en curso sobre primera infancia ofertado por el SENA, ha podido diversificar su enfoque para apoyar a niños y niñas indiscriminadamente, en especial, para brindar acompañamiento a las mujeres que son madres o que están en proceso de gestación, siendo esta una etapa fundamental en la que se definen muchas cosas que influirán tanto en sus vidas como en la de los bebés que están por nacer.
Finalmente, su liderazgo es una apuesta para incluir e integrar a más personas que al igual que ella salió de su país en busca de nuevos horizontes y hoy representan una oportunidad de crecimiento tanto económica como socialmente para Norte de Santander, en especial Cúcuta, siendo una ciudad transfronteriza.
Para los afromigrantes, es un fundamental que personas como Betsy continúen levantando la bandera que representa sus necesidades e intereses para ser visibilizados, en especial para quienes como mujeres viven en condiciones que afectan su integridad tanto física como psicológica a raíz de las violencias que viven día a día producto de la intolerancia.