En el barrio Motilones, en la Comuna 7 de Cúcuta, la llegada de migrantes venezolanos ha cambiado la dinámica del sector; dando paso a un proceso de integración que comprende nuevas palabras y nuevos sabores culinarios.
Todos los días, desde la calle primera hasta la 30 con quinta avenida, se observa un desfile de vendedores con carruchas con frutas y hortalizas, pasteles, tintos enseres a crédito y hasta motos ofreciendo jugos y salpicón, como la única manera de garantizar el sustento de su familia en la ciudad colombiana con la tasa más alta de informalidad, por encima del 70%.
Por las noches, el paisaje se transforma en una feria de comida a cielo abierto, que va desde venta de pasteles, papas rellenas, empanadas, hasta comidas china y caldos.
Los perros calientes y las hamburguesas son las más demandadas. "En mi puesto tengo dos listas las hamburguesas venezolanas y las colombianas. La principal diferencia es que una va aplastada en plancha y la otra no, también la popular venezolana lleva jamón, queso,aguacate, chorizo, huevo, carne mechada, pollo, salchicha y sus vegetales; mientras que la colombiana es preparada con doble carne o pollo, papita, queso, jamón y vegetales", describe José Rodríguez quien tiene su puesto en la quinta avenida con calle 18 desde hace 8 meses.
Dejaron sus carreras atrás y ahora le apuestan al comercio informal
Milagros Maldonado, una profesora venezolana oriunda del estado Portuguesa, que ahora se dedica al rebusque, se levanta todos los días a las 2:30 de la mañana para preparar 180 pasteles y salir a las 6:00 de la mañana a caminar las avenidas y calles y ofrecer sus pasteles de negocio en negocio.
"Es bastante fuerte porque uno estudia, uno se sacrifica estudiando para poder ejercer y darle un buen futuro a los hijos, pero es bastante fuerte otro sistema de trabajo al que uno no está acostumbrado, pero le toca", así dice Maldonado quién ya lleva 3 años residenciada en la avenida tercera con calle 15 de Motilones.
Rosa Villanueva ya lleva cuatro años viviendo en el barrio, y desde entonces montó su propio negocio en el porche de su casa. De lunes a domingo saca su puesto de venta a las 5:30 de la mañana. Ella explica que elaborar un pastel "cuesta alrededor de 800 pesos" y venderlos le genera ganancias de 200 pesos por unidad.
"Lo más rentable son las papas rellenas porque son más grandes y rinden más”.
¿Qué dicen los vecinos?
Desde que incrementó la llegada de venezolanos en las calles de Motilones, hay quienes están a gusto con ellos, pues aseguran que contribuyen en el mejoramiento del barrio ya que están ofreciendo un buen servicio. “A mí no me incomoda la llegada de los venezolanos, al contrario, ellos ofrecen un servicio, por lo menos yo tengo mi propia manicurista que es una joven del estado Mérida y viene cada semana hasta mi casa y yo quedo contenta con el trabajo”, así lo afirmo Marina Ramírez, vecina del sector.
Jesús Rey, otro vecino del sector dice que para él ha sido de gran ayuda pues su hijo menor Juan Daniel, de 18 años, ayuda todas las tardes al abasto de la esquina de su casa, “desde hace como 8 meses quizás en el barrio se ha visto bastantes venezolanos vendiendo en las calles de casa en casa como los que tienen su propio negocio. El abasto de la esquina es de un venezolano y gracias a ellos mi hijo ya tiene un empleo”.
Otro de los casos es el de Martín Díaz quien junto a su esposa lograron montar un abasto hace dos años llamado Kocky en honor a su mascota, "este proceso de independencia y poder lograr algo propio ha sido de mucho esfuerzo y dedicación, agradecemos a Colombia y a todas esas personas que han confiado en nosotros y nos brindan su apoyo.
Agrega: "En nuestro negocio tenemos 5 empleados de los cuáles dos son colombianos, porque nuestro lema es que todos somos iguales, y de nuestra parte es una manera de demostrar que los colombianos también puede abrirle las puertas a nuestros hermanos venezolanos, porque muchos somos trabajadores y con ganas de superación así como mis dos empleados colombianos".