La vida de Daniela de los Ángeles y Sara Valentina están unidas por algo en común: las notas de sus instrumentos musicales y su nacionalidad.
Ambas nacieron en la isla Margarita, al oriente venezolano, y migraron con sus familias del vecino país hasta Colombia buscando una mejor calidad de vida.
Su amor por la música las llevó en pleno proceso migratorio a las filas de formación de la Fundación Nacional Batuta.
Ambas forman parte de los más de 340 niños y adolescentes de los municipios de Cúcuta y Villa del Rosario y que integran los proyectos que están impulsando la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), con ‘Melodías sin Fronteras’, y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), a través de ‘Música en las Fronteras.
La estrategia de formación de estos jóvenes en la etapa de iniciación musical e instrumental sinfónica se está haciendo bajo dos modalidades semipresencial y virtual para generar acciones de inclusión social, de autocuidado e integración familiar y comunitaria para prevenir el contagio de la COVID-19.
Los niños han aprovechado el uso de las nuevas tecnologías para el proceso de enseñanza musical con un acompañamiento psicosocial.
Dos historias
Sara Valentina Bautista llegó en el 2016 con su madre y cuenta que en la fundación Batuta encontró no solo un espacio donde pudo mostrar su amor por la música sino un sitio seguro. Toca el contrabajo desde los ocho años y ya hoy, con 16 ,sueña con ser una profesora de este instrumento.
La joven quiere incentivar a otras personas a cultivar el arte, es por esto que disfruta cada momento de su formación musical que ha ayudado a su formación integral creando lazos y vínculos con sus compañeros, profesores y personal administrativo de la fundación quienes se han convertido en su familia.
Daniela Narváez Toscano está en Colombia hace cuatro años y medio con sus padres y sus dos hermanos.
La mamá de Daniela, Sallmy Toscano, sostiene que el programa ‘Melodías sin Fronteras’ ha significado para su familia una oportunidad única para la superación. “Es algo muy bueno ya que en él participan nuestros tres hijos, y les han obsequiado implementos de bioseguridad, una flauta, un kit pedagógico, una cartilla, camisa y lo mejor es que les han enseñado lo lindo de la música”.
Daniela ha podido ampliar su círculo social y lograr un efectivo proceso de integración. “Este es un ambiente seguro y confiable para nuestros hijos. El programa está integrado por un equipo muy eficiente y me encanta el trato que le dan a los niños, una educación basada en el respeto, la disciplina y los valores”.