"Humildad Extrema”: la fundación que dirige una retornada y acoge familias migrantes

Las buenas obras de una santandereana, han guiado el camino para hacer de Colombia un país más solidario.
Ángelica Lamus
Escrito Por:
Lineth Sanguino

 

La solidaridad no tiene precio y esto lo entiende muy bien Angélica Lamus, una Santandereana que hace 20 años se fue de Colombia en busca de nuevos caminos, luego de que el conflicto armado colombiano tocara su puerta y la obligara a tomar esta difícil decisión por el bien de su familia. 

Su casa ubicada en el barrio La Ermita de Cúcuta, se ha hecho popular debido a la gran solidaridad con la que ha atendido a decenas de migrantes que han llegado en busca de una mano amiga, porque como ella lo dice, “siempre tiene las puertas abiertas para todo aquel que lo necesite, en especial para cientos de migrantes que habitan ese sector”.

Al igual que ellos, ella también tuvo que salir de su país, y fue una de las 2.500 personas que fueron deportadas de Venezuela en 2015, en el marco del cierre de la frontera que hizo retornar a aproximadamente 22.000 connacionales víctimas de esta situación, por eso, Angélica entiende el sentimiento de necesitar ayuda y ella está decidida a brindarla en pro de un mejor país. 

“La calidad humana se lleva en la sangre, no en la nacionalidad”, señala la mujer que hoy se ha convertido en el icono de su comunidad gracias al arduo trabajo que realiza y todas las ayudas que ha contribuido a construir en favor de los menos favorecidos. 

A su cargo tiene la dirección de Humildad Extrema, una fundación que cumple diversas labores como un lugar de acogida, un centro de formación y entretenimiento para niños y ancianos y además funciona como un espacio similar a un confesionario, donde muchas personas liberan sus temores y dificultades causadas por su obligada emigración de Venezuela.

“Cuando llegué a Cúcuta, nadie estaba organizado. Tomé las riendas y me dispuse a servir a la comunidad, porque para eso venimos a este mundo, a ser útiles y a aprender todos los días”, señala Lamus, de manera muy firme, sobre el trabajo que ha venido construyendo en Colombia desde hace más de cinco años. 

Cuando habla sobre el impacto que tuvo en su vida y la de sus personas cercanas, la pandemia por COVID-19, es inevitable que las lágrimas broten, ya que cientos de personas enfrentan una situación aún más complicada, y muchos niños sufren de hambre. 

Por esa razón, busca consuelo en las ollas comunitarias, tratando de llevar al menos una sopa reconfortante a aquellos que lo necesitan.

Siguiendo su filosofía de "enseñar a pescar en lugar de dar el pescado", que se refiere a darle herramientas a las personas para que puedan valerse por sí mismas, una de sus iniciativas ha sido adquirir una fileteadora y una máquina de coser como pilares para un nuevo emprendimiento de ropa que les brinde una forma de ingreso a aquellos Venezolanos que llegan a su casa en busca de un lugar para volver a reconstruir sus proyectos de vida. 

Finalmente, doña Angélica hace un llamado a los colombianos para que eviten discriminar a los migrantes, destacando que lo que define a una persona es su humanidad, no su lugar de origen.